jueves, 30 de octubre de 2008

Bárbaros o civilizados.

"Todos somos extranjeros"

TZVETAN TODOROV 25/10/2008

[...] Los extranjeros tienen el deber de someterse a las leyes del país en el que viven, aunque no participen en la gestión del mismo. Las leyes, por otra parte, no lo dicen todo: en el marco que definen, caben los miles de actos y gestos cotidianos que determinan el sabor que va a tener la existencia. Los habitantes de un país siempre tratarán a sus allegados con más atención y amor que a los desconocidos. Sin embargo, estos no dejan de ser hombres y mujeres como los demás. Les alientan las mismas ambiciones y padecen las mismas carencias; sólo que, en mayor medida que los primeros, son presa del desamparo y nos lanzan llamadas de auxilio. Esto nos atañe a todos, porque el extranjero no sólo es el otro, nosotros mismos lo fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino incierto: cada uno de nosotros es un extranjero en potencia.
Por cómo percibimos y acogemos a los otros, a los diferentes, se puede medir nuestro grado de barbarie o de civilización. Los bárbaros son los que consideran que los otros, porque no se parecen a ellos, pertenecen a una humanidad inferior y merecen ser tratados con desprecio o condescendencia. Ser civilizado no significa haber cursado estudios superiores o haber leído muchos libros, o poseer una gran sabiduría: todos sabemos que ciertos individuos de esas características fueron capaces de cometer actos de absoluta perfecta barbarie. Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aunque tengan rostros y hábitos distintos a los nuestros; saber ponerse en su lugar y mirarnos a nosotros mismos como desde fuera.

Extracto del discurso de Tzvetan Todorov, premio de Ciencias Sociales.

domingo, 26 de octubre de 2008

Haikus

con la quimera
se llega al horizonte
y después nada


la más cercana
de todas las fronteras
es con mi prójimo


mis pobres párpados
bajan cuando tus ojos
los encadilan


cada mirada
elige su paisaje
y lo interroga


el pene pena
cuando no halla motivos
para estirarse


organicemos homenaje
al abstemio
con un buen trago

siempre es lo mismo
valoramos el agua
cuando hay sequía

para qué sirve
pensar en lo que fuimos
si ya no somos

en ajedrez
yo siempre estoy de parte
de los peones


Mario Benedetti.

viernes, 17 de octubre de 2008

Vino y cine.

Vino, Woody, Barcelona

Salí del cine con ganas de tomarme un buen vino. Embriagadores primeros 20 minutos de película: en todas las secuencias aparecía una copa de vino y así, con tragos más cortos o largos, hasta el final. Perdí la cuenta de cuántos tintos, blancos y cavas pasaron por las manos de los protagonistas de Vicky Cristina Barcelona. Ha tenido que llegar Woody Allen para hablar del vino español. Vino en la buena mesa, en manteles impolutos de restaurantes, en casa, reuniones de amigos, hoteles, en modernas y finas copas de cristal. El vino como un complemento natural, cultural y glamouroso. Todo un ejemplo de cómo hacer protagonista al vino sin sacar primeros planos de marcas.
Es cierto que el vino español está de moda en Estados Unidos, y también que desde allí nos llegan sus influencias cinematográficas. Recuerden la película Entre copas, la que consiguió poner de moda la Pinot Noir en España y en el mundo. ¿Por qué la uva Tempranillo o la Albariño no se pasean por las pantallas?
Hemos dejado atrás la imagen del porrón, la bota y el chato, hacemos vino y películas de calidad de alcance internacional. El cine español ignora la cultura del vino mientras otros directores europeos lo fomentan. Aunque en esta ocasión Woody Allen haya dirigido un trago corto, ya decía Fellini que "un buen vino es como una película, dura un instante y te deja un sabor a gloria".

CRISTINA ALCALÁ 17/10/2008 (Diario El País)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Poemas.

CONSEJO

Sé paciente; espera

que la palabra madure
y se desprenda como un fruto
al pasar el viento que la merezca.



AL ATARDECER

Nadie esperaba ver el mar aquel día
pero era el mar
quien estaba allí a la puerta de aquellos ojos.



Eugénio de Andrade.

domingo, 12 de octubre de 2008

Crisis.


Capitalismo

La agonía es tan terrible que no ha tenido fuerzas ni para llegar al simbólico mes de los difuntos. Se acaba, se va, no aguanta más. El capitalismo se muere. Marx hablaba de las crisis cíclicas de este ingenioso sistema económico, cáncer terrible incrustado en las entrañas de nuestro mundo. Pero ya se sabe que los enfermos delicados, en una crisis de ésas, se van, pasan a mejor vida. Ahora, tras un año de problemas serios surgidos en Estados Unidos, una expresión purulenta más dramática de lo habitual, se ha entrado en una situación tan excepcional que son los empresarios los que tienen que pedir un tiempo muerto en el desarrollo de la espiral capitalista-consumista y el Gobierno liberal por excelencia el que intervenga para impedir el caos. El mundo al revés. O al derecho, por fin. Por fin. Ahora sólo falta que en todo este maremágnum se acuerden de los millones de personas que pasan hambre, que sobreviven con un euro al día, que no tienen acciones que vender, como no sea que vendan el alma para llegar al maldito paraíso prometido, rodeado de alambradas y del abismo del mar que engulle vidas.
Ahora sólo hace falta que los dirigentes políticos sean capaces de alumbrar un capitalismo con alma (que es tarea semejante a la de vestir con alas de ángel al demonio) que asuma conceptos como dignidad, desarrollo sostenible, globalización de los derechos humanos, empezando por el de la vida y del pan. El capitalismo es un fenómeno depredador, que sólo puede sobrevivir a costa de destruir todo lo que existe. Por eso es precisa su muerte, su cambio, su transformación en un sistema que atienda las verdaderas necesidades del ser humano, su vida digna y plena. Es preciso que rectifique radicalmente, para que la tierra pueda vivir. Dándole la vuelta al epitafio latino, que muera y sea leve con la tierra, misericordioso al fin, aunque parezca imposible. Lo es.

EUGENIO CAMPANARIO LARGUERO - Villagarcía de la Torre, Badajoz - 12/10/2008. Carta al diario El País.


Euríbor

El BCE rebaja los intereses a los bancos, pero los bancos suben el Euríbor. Ellos pagan menos por el dinero y nosotros más. Se "compran o rescatan" bancos en quiebra con nuestro dinero. Se socializan las pérdidas, pero no las ganancias. Empresarios con problemas piden que se hagan paréntesis en la economía de mercado, para que les financiemos nosotros la recuperación de ganancias. Después de que el Estado americano rescatase a uno de estos bancos en quiebra, los directivos fueron capaces de gastarse más de 400.000 euros de la empresa en un hotelito. Nos recortan servicios públicos, pero no hay apenas recortes para altos cargos, asesores, fiestas de propaganda ni para la casa real. Da gusto con nuestros gobernantes y capitalistas. Les gusta el mercado, la libre empresa, las privatizaciones y el capitalismo cuando hacen buenos negocios. Y cuando pierden, que los ciudadanos con sus impuestos les compensen las pérdidas. Qué estafa.

NACHO BERNÁEZ TURNES - Alcobendas, Madrid - 12/10/2008.
Carta al diario El País.




Cuando los lobos son pastores

Ahora que el gobierno acude al rescate de la economía, nadie protesta. Los que quieren minimizar las funciones del Estado y que su papel sea parecido al de las monarquías parlamentarias, o sea, puramente testimonial, en un mundo donde el mercado sea el único que decida la suerte de los ciudadanos, callan. Políticos que calificaban de intervencionismo marxista las tenues medidas fiscales del Gobierno al comienzo de la crisis no dicen ni pío cuando, en lugar de recaudar, las Administraciones salen e defensa del sistema inyectando dinero y pulverizando de paso el libre mercado. Ya se están nacionalizando bancos y los neocons bendicen la medida con su silencio porque el beneficiario en primera instancia, es el sistema que defienden.
Cuando se ha intentado algo parecido de forma profiláctica para evitar, precisamente, este tipo de situaciones (Mitterrand nacionalizó la banca en 1981 para, según decía, poner los bancos al servicio de las empresas y los ciudadanos y salvarlos de las garras de los especuladores) se montó la de dios es cristo. Pero, así como, sumidos en el terror de la incertidumbre, los ciudadanos dan margen a la fe en el deseo de que las aguas vuelvan a su cauce, alguna conclusión debería sacarse de todo este tinglado que nos va a provocar no poco quebranto. La primera y fundamental es que el capitalismo salvaje (que es como debe llamarse, porque lo es y estamos viendo sus consecuencias, al liberalismo económico) no persigue, en absoluto, el bienestar del ciudadano, más bien le importa un bledo, y por tanto debe estar controlado y limitado por medidas administrativas que persigan la obligación elemental de todo Gobierno: mejorar las condiciones de vida de los gobernados. Y la segunda, ahora que hasta la oposición está de acuerdo en que el Estado debe actuar, que debe abandonarse para siempre la criminalización del intervencionismo puesto que es la esencia de todo Gobierno: intervenir, pero al rescate del ciudadano de las manos de los sinvergüenzas que lo sangran.

GRAN WYOMING (Opinión en el diario Público)

jueves, 9 de octubre de 2008

Mad Men.

DON DRAPER (Jon Hamm). ¿Por qué no está casada?

RACHEL MENKEN (Maggie Siff). ¿Insinúa que tengo algún problema?

DRAPER. Sólo digo que es una mujer culta y guapa, ¿no cree que casarse y formar una familia la haría más feliz que los quebraderos de cabeza de discutir con gente como yo?

MENKEN. ¿Si no fuera una mujer podría hacerle a usted la misma pregunta? Y si no fuera una mujer no tendría que elegir entre ponerme un delantal y el reto de convertir el negocio de mi padre en lo que he creído siempre.

DRAPER. Con qué es eso. No se casa porque los negocios son un reto.

MENKEN. Eso y… nunca me he enamorado.

DRAPER. No se casa porque nunca se ha enamorado. Eso lo escribí para vender medias.

MENKEN. Para mucha gente el amor no es sólo un eslogan.

DRAPER. Claro, el amor, esa enorme descarga en el corazón que impide comer y trabajar y nos impulsa a unirnos y a casarnos y a tener bebes.
La razón por la que no lo ha sentido es porque no existe.
Lo que usted llama amor lo inventamos hombres como yo para vender medias.

MENKEN. De verdad.

DRAPER. Se lo aseguro. Nacemos solos y morimos solos. Este mundo nos impone un montón de normas para que olvidemos eso pero yo nunca lo olvido. Vivo como si no hubiera un mañana. Porque no lo hay.

MENKEN. No me había dado cuenta hasta este momento pero ser un hombre también debe ser duro.

DRAPER. ¿Disculpe?

MENKEN. Señor Draper.

DRAPER. Don.

MENKEN. Señor Draper, no sé en que cree un hombre como usted, pero sé muy bien qué se siente al estar desplazada, al estar apartada, al ver que se te ofrece el mundo entero pero con la imposiciones de otros. Y hay algo que me dice que usted también lo sabe.

DRAPER. No sé si es cierto. Quiere otra copa.

MENKEN. No, pero dígale a su jefe que me ha cautivado.

Primer capítulo de la serie Mad Men.