Sancionan a los trabajadores por no querer trabajar en su horario
laboral: vagos.
Sancionan por querer cobrar más de lo estipulado: ladrones.
Sancionan por querer irse a casa antes de terminar la
jornada: jetas.
Y se podrían enumerar más ejemplos de lo que entienden por incumplimiento
de los deberes laborales.
Con una plantilla así, los directivos de las empresas,
tienen que tener mano dura.
Además con estrategia: no acusando de vagos, ladrones y
jetas a todos ellos, sino a uno por aquí, a otro por allá… destruyendo, así, cualquier
atisbo de colectividad. No vaya a ser que se sientan insultados y tengan
tentaciones reivindicativas.
“La unión hace la fuerza” les parece, a los dirigentes, proclama
de viejos tiempos trasnochados y de improbable obtención hoy en día.
“Malos tiempos para la lírica” cantaba Golpes Bajos. El
miedo, la pereza, el “sálvese quien pueda”, y cualquier justificación para no
afrontar los problemas se ha apoderado de la llamada clase trabajadora.
Y ahí estamos, siguiéndoles el juego. Sabiendo quién va a
ganar la partida.
Y eso sabiendo que es injusto -aparte de que ningún
trabajador se considera vago, ladrón o jeta- se ha empleado la mentira y las
interpretaciones propias para aplicar las sanciones. ¡Imagínense si fuera
verdad! Entonces no empezaríamos ni el juego.
¿Solución? Henry Louis Mencken escribió: “Para todo problema
humano hay siempre una solución fácil, clara, plausible y equivocada”.
Pero cualquier cosa menos la apatía. Aunque, eso sí, para hacer
cambiar las actitudes de algunas personas hace falta determinación y
constancia. Aun así puede que no cambien pero, consistiría, en que no les
compensase esa forma de actuar. Que les fuese incómodo tener a una plantilla
permanentemente plantándoles cara.
¿Están dispuestos los trabajadores a intentar esa solución?
Les seguiré informando.