martes, 26 de julio de 2011

La puerta negra.




Dice mi hija favorita que siempre estoy recordando canciones. Muchas conversaciones con ella derivan en alguna letra de alguna canción –buen recurso para argumentar–.
¿Quién, alguna vez, no ha escuchado alguna música y no ha podido quitársela en mucho tiempo de la cabeza?
“La puerta negra”, de los Tigres del Norte, la eligió Jean para hacer más musical el despertar en su casa, compartida con Julián, en Ámsterdam; la música no tiene fronteras, tampoco las sientes cuando estás al lado de estos muchachos.
Mientras paseábamos, o navegábamos, por los canales de la ciudad, Jean contestaba a nuestras preguntas con paciencia y calma y, cuando terminaba su contestación, tarareaba “la puerta negra”.

Era un auténtico placer recorrer esos canales con su barquica (Barracuda era su nombre) –yo no la hubiera cambiado ni por un yate–; mirar hacia arriba y ver, como colgadas encima del agua del canal, a personas tomándose una copa; cruzarte con otros barcos llenos de gente que celebraba alguna fiesta y te saludaban; o sentir el agua del Amstel en los brazos, con el consiguiente susto, por la “pericia” del grumete del bote (Jean tuvo que delegar su capitanía por motivos justificados) y la torpeza del  tripulante.
“Ya está cerrada con tres candados y remachada la puerta negra” –cantaba Jean.
Consciente de lo efímero del rato bueno, al contrario que las aguas de Holanda el tiempo no tiene dique de contención, me aferraba a la compañía de los tripulantes del bote.
Ahí está la fábrica Heineken; cuanto más eslora tiene un barco más dinero cuesta tenerlo atracado; nos dirigimos a nuestro huerto, con su cosecha de calabazas, al que se accede en barca… era información que nos transmitía el “cantante de Los Tigres del Norte”.
“Porque tus padres están celosos y tienen miedo que yo te quiera”.
La contención a la hora de hacer fotografías se disipó y mi ojo encuadraba yendo de los edificios a los tripulantes, de los paseantes a los puentes y de las bicicletas a las dueñas de las bicicletas.
Cuando el muchacho francés nos recomendaba algún sitio para visitar en tierra firme, atracábamos –aparcábamos decía yo, como hombre de secano- y subíamos quedándose las aguas del canal tranquilas esperándonos.
“Han de pensar que estando encerrada, vas a dejar pronto de quererme, pero la puerta ni cien candados, van a poder a mí detenerme”  –nos amenizaba el bueno de Jean con ese acento que hace más grande al idioma español… y también al francés.
Ver a la más guapa de las marineras, ubicada en la proa, cómo indicaba en los cruces si podíamos continuar o, por el contrario, debíamos ceder el paso a otros barcos, constituía para mí otra de las lecciones que la fotografía proporciona: pasa de lo importante y dirige tu objetivo hacia lo único.
“Pero la puerta no es la culpable, que tu por dentro estés llorando, tu a mi me quieres y yo te quiero la puerta negra sale sobrando”  –con naturalidad entonaba nuestro paciente guía.
Veías como dos muchachas comían sentadas con las piernas colgando hacia el canal, pasábamos debajo de ellas con el barco y nos alejábamos mientras querías que el tiempo se parara para poder contemplar lo más interesante claro... la bolsa que contenía las patatas fritas.
Diles por ahí a tu padre y madre, que si ellos nunca el amor gozaron, y si se amaban también la puerta la puerta negra se la cerraron –terminaba “el mejicano”.
 Con un habilidoso atraque acabó la travesía por las aguas de Ámsterdam. Al decidido grumete le quitamos la L, le ascendimos a capitán y se le puntuó con un, para mí excesivo, 9 de nota; al tripulante con los brazos mojados –ya se habrá adivinado quien era– no se le puntuó. Nos quedaban por recorrer otras travesías, pero éstas eran por tierra firme.
Es la última vez que desayuno con los Tigres del Norte y “la puerta negra”, llevo todo el día con la canción -decía Jean.
Es una persona que tiene muchas puertas, de diversos colores, y siempre las mantiene abiertas. Si puedes atravesarlas junto a él, siempre tendrás una buena música en la cabeza.

miércoles, 20 de julio de 2011

Víctima.


Ya tenemos a otro parado en España. El señor Camps ha sido otra víctima del sistema… y del Partido Socialista Obrero Español. Este partido, o sea sus dirigentes y simpatizantes, han sido culpabilizados por el ex Molt Honorable Señor Camps de tener que dejar su presidencia de la Generalitat Valenciana.
Ni un solo comentario hacia la acción de la justicia. Todo el trabajo de investigación de funcionarios y jueces, ignorado por la víctima acosada.
Ahora podrá defenderse como cualquier ciudadano, sin tener el inconveniente de ser presidente de una comunidad.
“Me voy con menos de lo que vine, con mucho menos” ha declarado el ex presidente valenciano. Se podría ironizar diciendo que se va con algún traje más, pero será el juez quien lo diga.
En todo caso, y a diferencia del resto de parados, en la cola del INEM podrá comentar con sus compañeros de fila: perdí mi puesto de trabajo por el acoso de mis compañeros del gremio.