jueves, 31 de octubre de 2013

Salvados por los pelos



En el último instante la policía detiene al inminente asesino, en el servicio de urgencias el médico salva la vida de un paciente y el bombero libra de las llamas al ciudadano en peligro: salvados por los pelos.
A muchos trabajadores también les han salvado las extraordinarias, dolorosas pero necesarias, medidas que el gobierno actual ha puesto en práctica para salir de la crisis.
Algunos incrédulos desconfiaban de la capacidad de estos gestores de lo público (también llamados políticos); e incluso achacaban los efectos “colaterales” de tales medidas (recortes en sanidad y educación…) a la ideología neoliberal del partido en el poder. ¡Qué mentes más retorcidas!
Ha bastado que algún portavoz y algún ministro expliquen la verdadera situación económica y social para que respiren aliviados miles y miles de currantes. Estos veían como el aliento del “hombre lobo” les removía los pelos del cogote.
¡Pero ya no! ¡Se acabó! ¡Ya no tienen que tener miedo a nada! ¡Ya pueden salir a la calle! En ellas ya no habrá protestas. No deben temer por sus puestos de trabajo, ni siquiera por la merma de sus condiciones laborales. El gobierno ha llegado a tiempo.
¿Y los parados? ¿Y los jubilados? Además de poder salir a la calle también, sin tener que aguantar molestias contestatarias; pueden hacerse ilusiones (no solo de pan vive el hombre).
¿Encontrarán trabajo? ¿Les aumentarán las nóminas a los pensionistas? ¡Poco a poco, jolines!
 A su debido tiempo, portavoz y ministro, informarán del estupendo comportamiento del mercado laboral y de la revalorización de las pensiones y también ellos mejorarán su situación. Es así de sencillo.
En esta democracia irreal, sólo con nombrar las cosas en los medios de comunicación, éstas mejoran. No importa que sean cifras macroeconómicas destinadas al lavado de cerebro (informan del 0,1% de crecimiento del PIB pero no lo contrastan con los 3.000.000 de pobres que viven con menos de 307 euros al mes).
Al otro lado del receptor algunos ciudadanos reciben con credulidad la información, otros con indiferencia y los menos con indignación: “¡Uy -dicen con ironía- me he salvado por los pelos!”.