“Otro objetivo que es imprescindible alcanzar es adoptar, en el orden
económico y social, una política que rompa con el neoliberalismo que nos ha
arrastrado a la grave crisis que vivimos.
En lo que se refiere a las realidades económicas y sociales, hay que
restablecer unas prioridades que puedan llevar a una defensa mundial contra los
ataques de los especuladores y los agitadores.
En todo el mundo se experimenta la necesidad de devolver al trabajo la
parte del producto social que le ha quitado el capital y, más sencillamente
aún, de restablecer el vínculo entre la función financiera y las funciones de
producción, impidiendo al mundo financiero lanzarse de nuevo a la búsqueda
exclusiva de su máximo beneficio y desentendiéndose de su papel al servicio de
la inversión y el crédito.
Esta nueva etapa de la construcción europea solo tropieza con un
obstáculo, pero de una altura que muchos encuentran desesperante: el
neoliberalismo, cuyos centros estuvieron y están en Estados Unidos y Reino
Unido, le ha quitado toda autoridad a los europeos para dársela a los bancos,
cuyo poder sobre las empresas aumenta. Estados Unidos también está sometido a
ese capitalismo financiero, pero tiene unidad política y una fuerte confianza
en sí mismo, lo que hace de los europeos –y quizá también de Japón- las
víctimas más graves de la actual crisis.
¿Cómo los europeos, que inventaron el espíritu de las Luces y la
creencia en la razón y en los derechos humanos, podrían aceptar pasivamente lo
que corre el riesgo de ser el fin del modelo occidental, es decir, de la
asociación del progreso científico y el técnico, la destrucción de los
privilegios y el reconocimiento de los derechos fundamentales de cada cuál?”
Estas palabras no han sido escritas por un votante
de Izquierda Unida cansado de cómo trata su voto la ley electoral española, ni
por un nostálgico comunista. Las ha escrito el sociólogo francés Alain Touraine
que, junto a Zygmunt Bauman, ha sido galardonado con el Premio Príncipe de
Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
La obtención de un premio no tiene por qué dar ni
quitar credibilidad a una opinión –y más si se sabe que este mismo premio ha
sido otorgado también al Diario El País, a Luis María Ansón, a Google o a National
Geographic , por poner unos ejemplos; pero leyendo la trayectoria profesional de
Alain Touraine y sus diversos proyectos y colaboraciones, cree uno que no es un
comentario poco meditado.