Malabares para sobrevivir
Como muchas madres y padres, tuve que aprender a hacer de la necesidad virtud para criar a mis dos hijos con un sueldo muy ajustado. Intenté, creo que con éxito, formarles en valores solidarios y vacunarles contra la fiebre consumista que padecían otros muchachos de su edad. Creía ingenuamente que, con este bagaje, su vida sería más feliz y se mantendrían a salvo de futuras frustraciones. Ahora, ambos forman parte de los 100.000 parados aragoneses y deben volver al hogar para sobrevivir. La guadaña del desempleo les ha cortado las alas cuando apenas aprendían a desplegarlas. Al pertenecer a una familia acostumbrada a hacer malabarismos no nos supone un grave trauma asumir los recortes presupuestarios que acarrea esta situación. Mientras la red familiar aguante, malzurciendo los agujeros que cada día se abren, el volcán de la rebelión permanecerá dormido. Pero, ¿cuánto tiempo podremos resistir? Y en el caso de que lo logremos, ¿qué futuro aguarda a nuestros hijos? Porque esta crisis se nos presenta con un discurso viciado que intenta persuadirnos de la inevitabilidad de nuestra ruina, a la par que sus agoreros medran tranquilamente con dinero público.
Ana Cuevas Pascual
Zaragoza
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