En su breve historia, muchos países africanos viven de esta manera su segunda etapa. La primera ha consistido en una descolonización rápida, en conseguir la independencia. Optimismo, entusiasmo y euforia se adueñaron de todo el mundo. La gente estaba convencida de que la libertad significaba un techo mejor encima de su cabeza, un cuenco de arroz más grande y unos zapatos, los primeros en la vida. Que se produciría un milagro: la multiplicación del pan, de los peces y del vino. No se produjo nada de esto. Todo lo contrario: aumentó vertiginosamente la población, para la cual faltó comida, escuelas y trabajo. Decepción y pesimismo no tardaron en reemplazar al optimismo. Toda la amargura, rabia y odio se dirigieron hacia las propias elites, que, voraces, se dedicaban a llenarse los bolsillos lo más deprisa posible. En un país que no tiene una gran industria privada, donde las plantaciones pertenecen a extranjeros y los bancos también son propiedad de capital extranjero, una carrera política es la única posibilidad de amasar una fortuna.
En resumen: la pobreza y la decepción de los de abajo y la codicia y la voracidad de los de arriba crean un ambiente emponzoñado y minado que el ejército olfatea; presentándose como defensor de los humillados y ofendidos, abandona los cuarteles y alarga la mano para tomar el poder.
Ryszard Kapuscinki (Ébano)
En resumen: la pobreza y la decepción de los de abajo y la codicia y la voracidad de los de arriba crean un ambiente emponzoñado y minado que el ejército olfatea; presentándose como defensor de los humillados y ofendidos, abandona los cuarteles y alarga la mano para tomar el poder.
Ryszard Kapuscinki (Ébano)
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