viernes, 21 de agosto de 2009

Ébano.

En su breve historia, muchos países africanos viven de esta manera su segunda etapa. La primera ha consistido en una descolonización rápida, en conseguir la independencia. Optimismo, entusiasmo y euforia se adueñaron de todo el mundo. La gente estaba convencida de que la libertad significaba un techo mejor encima de su cabeza, un cuenco de arroz más grande y unos zapatos, los primeros en la vida. Que se produciría un milagro: la multiplicación del pan, de los peces y del vino. No se produjo nada de esto. Todo lo contrario: aumentó vertiginosamente la población, para la cual faltó comida, escuelas y trabajo. Decepción y pesimismo no tardaron en reemplazar al optimismo. Toda la amargura, rabia y odio se dirigieron hacia las propias elites, que, voraces, se dedicaban a llenarse los bolsillos lo más deprisa posible. En un país que no tiene una gran industria privada, donde las plantaciones pertenecen a extranjeros y los bancos también son propiedad de capital extranjero, una carrera política es la única posibilidad de amasar una fortuna.
En resumen: la pobreza y la decepción de los de abajo y la codicia y la voracidad de los de arriba crean un ambiente emponzoñado y minado que el ejército olfatea; presentándose como defensor de los humillados y ofendidos, abandona los cuarteles y alarga la mano para tomar el poder.



Ryszard Kapuscinki (Ébano)

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