viernes, 19 de marzo de 2010

Defensa de la emoción.




“Llegó a los cines el melodrama francés  El concierto, que se permite la brutal transgresión estética de colocar íntegro el concierto de Tchaikovski para violín y orquesta interpretado por personajes a los que quieres y te emocionan. Vayan con cuidado porque para la inteligencia mundial emocionarse hoy en una expresión artística es sinónimo de cursilería”.
Escribía hoy, en el diario El País, David Trueba a propósito de la película El Concierto.
Y es que cuando la emoción coge la batuta, hace callar a la razón. Por unos momentos sientes, así, nada más y nada menos. Resulta imperdonable que veamos –o incluso ni eso- pasar la vida despreciando las posibles emociones. Emocionarnos hace aparcar la realidad. Después, ésta, pisa el acelerador echándonos hacia atrás el flequillo (el que lo tenga), así que se agradece el estacionamiento momentáneo.
“Una película imperfecta pero recomendable”, decía otro crítico en la radio.
Primero habría que ponerse de acuerdo en cuáles son los parámetros que hacen valorar a una película como perfecta; después ponerles una puntuación a cada uno de ellos, y luego –y he aquí lo más importante- desestimar todo, puesto que haber quién es el que se cree perfecto para valorarla.
Pero bueno, no seamos tan tiquismiquis, supongo que se refiere a que no es una película “redonda” ni “una obra maestra”.
Por mi parte, me trae sin cuidado que no sea maestra, con ser una obra que me emocione me conformo. Y eso sí lo consigue “El Concierto” de Radu Mihaileanu. Director también de “Vete y vive” y “El tren de la vida”.
“Flashbacks innecesarios, narrativa convencional y previsible” son otras de las opiniones de críticos. Algunas veces por mis limitaciones y otras porque me pilla el cuerpo así, no veo los supuestos errores de una película.
No me acuerdo si ya he comentado en otras ocasiones  -ya perdonarán si así es- el efecto que produce sobre mí (emoción) la unión entre imagen y música.
“Hoy se agradece que cierta gente nos recuerde que en el imperio de los ojos, el oído también se merece algún placer”. Termina su artículo Trueba.
Pues eso, si pueden vayan a verla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

" En cuanto tuvo asegurada una existencia libre de preocupaciones, puso todo su empeño en inmovilizar el mundo, ya que, en su experiencia, la más mínima alteración constituía un peligro cierto y la amenaza de algo terrible. Para conseguir este propósito renunció a todo. Si de joven tuvo alguna afición, no la conservó en la edad adulta; no creo que nada le proporcionara ningún placer, todo la dejaba indiferente. Su única fuente de satisfacción era haber creado un mecanismo perfecto que se mantenía invariable en un perfecto vacío. "
( Tres vidas de santos, Eduardo Mendoza )

Y tú empeñado con lo de la emoción.

Juan Carlos Ruesca Hernández dijo...

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.
Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Luis Cernuda.