jueves, 26 de mayo de 2011

Reacciona V



Nos jugamos mucho. Por fortuna el español no es un pueblo pusilánime, de esos que necesitan un terremoto para salir a las calles y mostrar sus sentimientos. En julio de 2010, sin ir más lejos, cientos, miles de españoles abandonaron la seguridad y las comodidades del hogar y tomaron de manera pacífica pero ruidosa y apasionada los lugares comunes de sus ciudades. La muchedumbre, excitada, se movía como una sola persona, coreando los mismos himnos, gritando similares consignas, navegando en una única dirección. El motivo no era mostrar el desencanto social ni protestar por la crisis económica, la corrupción, la mediocridad política o el abandono de la sanidad pública. La selección española de fútbol ganó su primer campeonato del mundo y los españoles no pudieron resistirse y mostraron su júbilo de manera tan apasionada como coordinada.
                ¿Quién dijo que en nuestro horizonte moral lo único que se veía era individualismo? El aislamiento, cada vez más vinculado con la desigualdad, es debilidad: un pueblo ignorante, dividido y pusilánime está en manos del poder. Sin valores colectivos carecemos de futuro. La fragmentación de la vida social, el deterioro de la economía, la destrucción de lo público, la voracidad de los mercados, la hipocresía de los políticos, la inoperancia de los gestores, la falta de oportunidades, la especulación inmobiliaria, la destrucción del medio ambiente, los casi cinco millones de parados… Son problemas ajenos. Los españoles no parecemos sentirnos personalmente implicados con la realidad económica, política y social. Toleramos el fracaso del sistema. Vivimos la modorra de la prosperidad, del aburguesamiento. Aceptamos la ineficacia de nuestros representantes, la torpeza de la administración, la pérdida de los derechos laborales, de la calidad de vida. Apostamos por el individualismo, el sálvese quien pueda, y consideramos la solidaridad una debilidad, quizá el último recurso. Protestar no está en nuestro código genético.
                ¿Queremos sobrevivir? Si pretendemos hacerlo en un mundo más justo, el futuro pasa por resucitar la cultura. La cultura se construye a través de la educación. Y la educación es altruismo: compartir conocimientos. El sacrificio personal y desinteresado por el beneficio ajeno.
                El poder económico y político quiere un pueblo individualista, insolidario, anestesiado. Toca a rebato. Unamos las fuerzas, confiemos en nuestros vecinos, alimentemos la cólera social, levantemos la voz. ¡Reaccionemos!
                Y no olvidemos que luchar por la cultura es luchar por el conocimiento, por la dignidad, por la igualdad.


Javier Pérez de Albéniz (Reacciona)

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