Dice mi hija favorita que siempre estoy recordando canciones. Muchas conversaciones con ella derivan en alguna letra de alguna canción –buen recurso para argumentar–.
¿Quién, alguna vez, no ha escuchado alguna música y no ha
podido quitársela en mucho tiempo de la cabeza?
Mientras paseábamos, o navegábamos, por los canales de la
ciudad, Jean contestaba a nuestras preguntas con paciencia y calma y, cuando
terminaba su contestación, tarareaba “la
puerta negra”.
“Ya está cerrada con
tres candados y remachada la puerta negra” –cantaba Jean.
Consciente de lo efímero del rato bueno, al contrario que las
aguas de Holanda el tiempo no tiene dique de contención, me aferraba a la
compañía de los tripulantes del bote.
La contención a la hora de hacer fotografías se disipó y mi
ojo encuadraba yendo de los edificios a los tripulantes, de los paseantes a los
puentes y de las bicicletas a las dueñas de las bicicletas.
Cuando el muchacho francés nos recomendaba algún sitio para
visitar en tierra firme, atracábamos –aparcábamos decía yo, como hombre de
secano- y subíamos quedándose las aguas del canal tranquilas esperándonos.
“Han de pensar que
estando encerrada, vas a dejar pronto de quererme, pero la puerta ni cien
candados, van a poder a mí detenerme”
–nos amenizaba el bueno de Jean con ese acento que hace más grande al
idioma español… y también al francés.
“Pero la puerta no es
la culpable, que tu por dentro estés llorando, tu a mi me quieres y yo te
quiero la puerta negra sale sobrando” –con naturalidad entonaba nuestro paciente
guía.
Diles por ahí a tu
padre y madre, que si ellos nunca el amor gozaron, y si se amaban también la
puerta la puerta negra se la cerraron –terminaba “el mejicano”.
Con un habilidoso atraque acabó la travesía por las aguas de Ámsterdam. Al decidido
grumete le quitamos la L, le ascendimos a capitán y se le puntuó con un, para
mí excesivo, 9 de nota; al tripulante con los brazos mojados –ya se habrá adivinado quien era– no se le puntuó.
Nos quedaban por recorrer otras travesías, pero éstas eran por tierra firme.
Es la última vez que desayuno con los Tigres del Norte y “la
puerta negra”, llevo todo el día con la canción -decía Jean.
Es una persona que tiene muchas puertas, de diversos
colores, y siempre las mantiene abiertas. Si puedes atravesarlas junto a él, siempre
tendrás una buena música en la cabeza.
4 comentarios:
La importancia de abrir puertas, navegar por buenas travesías, con hermosas marineras, ¡vive dios! y aferrarse a los placeres, maldición, siempre tan efímeros.
Barbablanca.
Aumentar, extender, ampliar. ¡Esa debe ser la prioridad!
¡Que bonita experiencia! y ¡Que bien relatada! Ojalá que la gente no tuviera reparos nunca para llamar a todas las puertas. Seguro que más de una se abriría. De todas formas, lo importante para la persona que llama a una puerta, no es que se abra, sino el hecho de haberse atrevido a golpearla.
A veces se tiene la sensación que todas las puertas están cerradas. Pero hay algo que te empuja a intentar abrir alguna. Debe ser porque no queda m'as remedio. Gracias Eliseo.
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