sábado, 19 de diciembre de 2009

Los toros.




 “Nadie va obligado a los toros”, ha dicho Don Javier Arenas, presidente del Partido Popular andaluz. Presentará, en el Parlamento de Andalucía, una proposición no de ley para defender las corridas de toros, cree que son parte de nuestra cultura.
Habría que decirle al señor Arenas que tampoco se le obliga a ninguna mujer a abortar, ni a ningún homosexual a casarse y, sin embargo, él y su partido no defienden esos derechos con tanto entusiasmo como hacen con la “fiesta nacional”.
A mí, eso de defender ciertos comportamientos degradantes como culturales que quieren que les diga, me parece que no deja en buen lugar al que los defiende.
Lanzar a una cabra desde un campanario de 20 metros, eso sí a una lona sujetada por los quintos, como hacen en Manganeses de la Polvorosa, le podrán llamar costumbre cultural e incluso hay quien puede ver el lado artístico en el descenso, pero no me negarán ustedes que, objetivamente (si eso es posible) es esa una conducta muy defendible.
No quiero establecer comparaciones entre la cabra y el toro –cuernos aparte-; la cabrica se pasea después por los bares del pueblo, bien acompañada por los jóvenes de la localidad, y, para recompensarla del “posible” susto sufrido, un macho adquirido para la ocasión le hace compañía, -el duelo con pan es menos duelo-. Sin embargo, al toro le espera el arrastre digno, eso sí entre los aplausos o los silbidos del respetable, hacia el despiece.
La suerte seguida por el toro es producida por él mismo. ¡Puede defenderse e incluso atacar! ¡Allá él sino sabe hacerlo con la bravura y la nobleza necesarias! ¡No querrá el animalico que bajen los taurinos espectadores a proporcionárselas! ¿Y el arte del torero? ¿Qué me dicen, eh?... Bueno del torero, del picador, del banderillero, de los subalternos y hasta del alguacilillo cortándole las orejas. ¡Eso sí es arte!
Por el contrario la cabrica no ha podido defenderse previamente al descenso.
Ahora bien, los dos seres humanos, perdón los dos animales –en que estaría yo pensando- han tenido el mismo trato antes del espectáculo.
La cabrica es cuidada por los quintos y participa en la mayor parte de actos festivos y el torico vive varios años a “cuerpo de rey”.
Los partidarios del salto de la cabra argumentan que “por qué  no se ha de poder seguir tirando la cabra en un país en el que aún se celebran multitud de corridas y  fiestas en las que los toros son sometidos a toda clase de tormentos”.
Y los partidarios de “la fiesta de los toros”… no tengo ni idea de lo que piensan del salto de la cabra. Puede que les parezca un poco “descafeinada”.
Quizá haya que intentar recoger firmas para obligar a que los políticos presenten una proposición no de ley que defienda todas las fiestas donde se empleen animales -no sólo los toros-. Al fin y al cabo, son parte de nuestra cultura y a nadie se le obliga a asistir a ellas.

4 comentarios:

Javier dijo...

Nadie va obligado a los toros. Excepto los toros, claro.

Juan Carlos Ruesca Hernández dijo...

Y algunos banderilleros para ganarse la vida.

Anónimo dijo...

Ampliemos nuestra cultura y fiesta nacional arrojando cristianos a los leones.

Juan Carlos Ruesca Hernández dijo...

¿Te refieres a que también era costumbre tirarlos a los leones pero se acabó con ella?
Saludos, anónimo.