martes, 8 de enero de 2008

Opinión de José Abad a El País digital.

“No se puede colaborar con el mal”, ha dicho el arzobispo de Toledo. Tiene razón, y nosotros además hasta lo financiamos. Una institución que excluye a las mujeres, discrimina a ciudadanos por su elección sexual, emite juicios para que se incumplan leyes democráticamente creadas y condena el uso del preservativo obstaculizando el control del sida. La religión en las iglesias, que se autofinancien y ya vale de impedir salir de tan nefasto club. ¡Apostasía directa de una vez!
José Abad.


Si sigue por ese camino el autor de la reflexión, las autoridades eclesiásticas le aplicarán lo que exige San Pablo a los corintios “¡echad de entre vosotros al malvado!” (I Cor 5, 13).
O bien la excomunión latae sententiae: el delicuente se enjuicia con su acto delictivo, no es necesaria la declaración de la legítima autoridad para estar obligado a cumplir la pena.
Pobre alma descarriada, si sabrá él lo que se le espera en un mundo sin referencias morales, sin esas personas que te encaminan hacia la bondad y la igualdad (homosexuales incluídos), y donde hay un espacio para el disfrute de lo bueno que la vida tiene (empleando preservativos si se quiere evitar enfermedades o embarazos no deseados).
Y es que no quiere la salvación eterna, el incauto. Si sólo hay que seguir lo que dicen los salvadores de almas a la deriva, hombre. Bueno, hay que pagar un precio, de acuerdo, pero no pasa nada por reprimirse toda una vida, ya nos vendrá la otra y nos desquitaremos de esta que nos ofrecen: prohibitiva, amputada, resignada y conformista. Que aquí hemos venido a sufrir, hombre de dios. Paciencia.
Pero en fin, allá él si quiere apartarse del camino adecuado.
Tan sólo espero que cuando lo haga definitivamente, o sea, cuando le den de baja oficialmente en el club, me diga como lo consiguió. Quizá yo también esté dispuesto a correr el riesgo de sufrir en ese infierno que ellos ya no creen.

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