lunes, 4 de febrero de 2008

Epílogo

Jean Ziegler termina el libro "El hambre en el mundo explicado a mi hijo" con esta reflexión:

La política debe velar para que todos puedan saciar el hambre. Sería horrible tomarnos como algo natural el hecho de que todos los años mueran decenas de millones de personas a causa de la subalimentación crónica y de la hambruna. La fatalidad no preside el orden mortal del mundo. Hay que recordar que en el estado actual de las fuerzas de producción agrícolas, se podría alimentar sin problemas a doce mil millones de personas. Alimentar significa procurar a cada individuo dos mil setecientas calorías por día. La población actual del mundo asciende alrededor de seis mil millones de personas. Conclusión: nos enfrentamos a una falta contingente, no a una falta objetiva de alimentos. En otras palabras, el problema de la hambruna en el mundo es un problema social. Los cientos de millones de personas que mueren todos los años de subalimentación aguda mueren a causa de la injusta distribución de alimentos disponibles en el planeta.

La única identidad humana válida es la que nace del encuentro real o imaginario con los otros, del acto de solidaridad.
No puede haber un mundo en el mundo, un enclave de bienestar en un mundo de dolor. Es inaceptable una economía mundial que relega al no ser a la sexta parte de la humanidad. Si la hambruna no desaparece rápidamente de este planeta, no habrá humanidad posible. Hay que reintegrar por tanto en la humanidad a esa “fracción sufriente” que hoy está excluida y perece en la noche.

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