domingo, 10 de febrero de 2008

Miedo

El miedo ha sido, a lo largo de la historia, el instrumento más útil para conseguir los objetivos deseados. Y lo sigue siendo.
Siembra la semillita del miedo y conseguirás unos frutos rápidamente. No serán de buena calidad, pero sólo sientan mal a organismos que van por la vida con escrúpulos y con cierto sentido ético. En fin, seres quisquillosos.
Los directivos de la empresa, que goza de mis servicios diariamente, han empleado el miedo y les ha funcionado.
La denuncia por parte de la empresa, a un compañero miembro del comité por las expresiones y opiniones reflejadas en su blog, ha inclinado el resultado de la votación acaecida en asamblea laboral.
La trampa es precisa y el conflicto ético es claro: si los trabajadores aceptan el preacuerdo entre representantes sindicales y empresa, se quita la denuncia; si el resultado es negativo la denuncia va por lo penal y llevan al compañero hasta la Audiencia Nacional.
La justicia como amenaza.
Si los responsables de la empresa piensan que ésta ha sido dañada por lo expresado en el blog, ¿por qué no continúan con las acciones legales que le permitan sentirse resarcida?, ¿les importa más la firma de un pacto laboral que el hecho de hacer justicia?, si les ha funcionado el método ¿por qué no seguir empleándolo para sucesivas ocasiones?
En cuanto a los trabajadores, ¿es mejor sacrificar nuestra libertad a cambio de una solución rápida?, ¿cuánta es la confianza del afectado respecto al apoyo por parte del resto de los compañeros?, ¿cuántos estaríamos dispuestos a aguantar presionando hasta conseguir que se retirase la denuncia?, ¿es esta duda la que posiciona al comité a favor del sí?, ¿cuánto miedo, conformismo o información han tenido los servicios jurídicos de los sindicatos hasta el punto de aconsejar una salida, lo más honrosa posible, para que retiren la denuncia?
Algunas de estas preguntas nunca tendrán respuesta.
¿Y cómo se responde al miedo?

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