martes, 23 de septiembre de 2008

Vicky Cristina Barcelona.


Acostumbro a leer las críticas de las películas que me interesan una vez vistas. A través de los comentarios de críticos y aficionados, intento afinar, consolidar o enfriar la primera impresión interiorizada y así, poco a poco, voy ganando la batalla al entusiasmo y a la idealización, lo que no sé si es bueno o malo.
Lo mismo he hecho después de ver la última película de Woody Allen comprobando que, aunque las críticas favorables ganan por mayoría, también hay alguna que no lo es.
Ejemplo de buena es la de Javier Ocaña en El País, la encabeza con un titular rotundo y apasionado: “Estallidos de talento”, y termina su comentario, “cuando hace aparición el segundo torrente: Penélope Cruz y su personaje (o viceversa). El efecto es un inmediato engrandecimiento de la obra, a la par que empequeñecimiento paulatino e inexorable de la supuesta sex symbol y estrella de la cinta, Scarlett Johansson, que a cada frase, a cada movimiento de Penélope, parece peor actriz y, sorpresas que da la vida, una chica más del montón”.
Y ahora un ejemplo de crítica desfavorable en la página Off-Off –Crítica, Farrell escribe: “Vicky Cristina Barcelona habla del amor hablando de todo menos del amor. El punto de partida de la historia divide ya a los “amantes” en dos tipos: los que aman de manera “normal” (Vicky) y los que gustan de verse inmersos en oscuros laberintos de pasiones (Cristina). Aunque Allen no quiera, la historia toma en seguida el cariz de que los segundos son los que realmente conocen y disfrutan de la cosa, mientras que los primeros se limitan a repetir una serie de códigos sociales. Que son aburridos y previsibles, vamos. Una pena que una historia que promete tanto termina por derroteros tan simploides.
Y ahora una crítica parcial, la mía:
¡Qué manía tenemos de restar y dividir! ¿Por qué no sumamos y, ya de paso si se puede, multiplicamos? Porque eso es lo que ha hecho el imperfecto (como todos) Woody Allen, a saber: ¡Multiplicar el placer de los que estamos sentados en la butaca!
Primero: Ya me gustaría a mí ver en todas las películas “empequeñecidas” actrices como Scarlett Johansson y más si son con “frases y movimientos” de actrices como Penélope Cruz.
Intencionadamente o no, el guionista consigue con la entrada de María Elena (Penélope Cruz) aumentar la dosis de comedia y darle más ritmo. Lo consigue la española, desde luego. Así que a la buena de Scarlett Johansson (Cristina) sólo le queda capear como puede ese carácter explosivo. Pero es lo que el guión le dice que haga.
Segundo: Así que es simploide la propuesta de Woody Allen. ¿O sea que no es verdad que los “amantes normales”, cuando se pasa el “subidón emocional” (enamoramiento) y con la convivencia convencional caen en una rutina e intentan rellenar la falta de estímulos con los más diversos métodos, entre ellos los materiales? Otra cosa es que seamos conscientes de que toda pasión tiende a su fin. Quizá la diferencia entre los “amantes normales” y “los que gustan de verse inmersos en oscuros laberintos de pasiones” sea que los primeros renuncian y los segundos buscan otra pasión.
¿Simplificación en esta película? ¿Cómo se explica pues que sea Cristina, la más lanzada y abierta, la que rompe el trío? ¿Por qué Rebecca Hall (Vicky) se sume en la duda de llevar una vida acomodada y previsible pero carente de emociones o dejarse llevar por la pasión atractiva y bohemia de Juan Antonio (Javier Bardem)?. Si tan claro tiene que debe amar de manera “normal”…
El director ha comentado en la ficha del cine Renoir: “Hay cosas que funcionan para determinadas personas en determinadas ocasiones. Uno no puede preconcebir estas ideas y tiene que ser más flexible cuando trata el tema del amor”.

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