domingo, 12 de octubre de 2008

Crisis.


Capitalismo

La agonía es tan terrible que no ha tenido fuerzas ni para llegar al simbólico mes de los difuntos. Se acaba, se va, no aguanta más. El capitalismo se muere. Marx hablaba de las crisis cíclicas de este ingenioso sistema económico, cáncer terrible incrustado en las entrañas de nuestro mundo. Pero ya se sabe que los enfermos delicados, en una crisis de ésas, se van, pasan a mejor vida. Ahora, tras un año de problemas serios surgidos en Estados Unidos, una expresión purulenta más dramática de lo habitual, se ha entrado en una situación tan excepcional que son los empresarios los que tienen que pedir un tiempo muerto en el desarrollo de la espiral capitalista-consumista y el Gobierno liberal por excelencia el que intervenga para impedir el caos. El mundo al revés. O al derecho, por fin. Por fin. Ahora sólo falta que en todo este maremágnum se acuerden de los millones de personas que pasan hambre, que sobreviven con un euro al día, que no tienen acciones que vender, como no sea que vendan el alma para llegar al maldito paraíso prometido, rodeado de alambradas y del abismo del mar que engulle vidas.
Ahora sólo hace falta que los dirigentes políticos sean capaces de alumbrar un capitalismo con alma (que es tarea semejante a la de vestir con alas de ángel al demonio) que asuma conceptos como dignidad, desarrollo sostenible, globalización de los derechos humanos, empezando por el de la vida y del pan. El capitalismo es un fenómeno depredador, que sólo puede sobrevivir a costa de destruir todo lo que existe. Por eso es precisa su muerte, su cambio, su transformación en un sistema que atienda las verdaderas necesidades del ser humano, su vida digna y plena. Es preciso que rectifique radicalmente, para que la tierra pueda vivir. Dándole la vuelta al epitafio latino, que muera y sea leve con la tierra, misericordioso al fin, aunque parezca imposible. Lo es.

EUGENIO CAMPANARIO LARGUERO - Villagarcía de la Torre, Badajoz - 12/10/2008. Carta al diario El País.


Euríbor

El BCE rebaja los intereses a los bancos, pero los bancos suben el Euríbor. Ellos pagan menos por el dinero y nosotros más. Se "compran o rescatan" bancos en quiebra con nuestro dinero. Se socializan las pérdidas, pero no las ganancias. Empresarios con problemas piden que se hagan paréntesis en la economía de mercado, para que les financiemos nosotros la recuperación de ganancias. Después de que el Estado americano rescatase a uno de estos bancos en quiebra, los directivos fueron capaces de gastarse más de 400.000 euros de la empresa en un hotelito. Nos recortan servicios públicos, pero no hay apenas recortes para altos cargos, asesores, fiestas de propaganda ni para la casa real. Da gusto con nuestros gobernantes y capitalistas. Les gusta el mercado, la libre empresa, las privatizaciones y el capitalismo cuando hacen buenos negocios. Y cuando pierden, que los ciudadanos con sus impuestos les compensen las pérdidas. Qué estafa.

NACHO BERNÁEZ TURNES - Alcobendas, Madrid - 12/10/2008.
Carta al diario El País.




Cuando los lobos son pastores

Ahora que el gobierno acude al rescate de la economía, nadie protesta. Los que quieren minimizar las funciones del Estado y que su papel sea parecido al de las monarquías parlamentarias, o sea, puramente testimonial, en un mundo donde el mercado sea el único que decida la suerte de los ciudadanos, callan. Políticos que calificaban de intervencionismo marxista las tenues medidas fiscales del Gobierno al comienzo de la crisis no dicen ni pío cuando, en lugar de recaudar, las Administraciones salen e defensa del sistema inyectando dinero y pulverizando de paso el libre mercado. Ya se están nacionalizando bancos y los neocons bendicen la medida con su silencio porque el beneficiario en primera instancia, es el sistema que defienden.
Cuando se ha intentado algo parecido de forma profiláctica para evitar, precisamente, este tipo de situaciones (Mitterrand nacionalizó la banca en 1981 para, según decía, poner los bancos al servicio de las empresas y los ciudadanos y salvarlos de las garras de los especuladores) se montó la de dios es cristo. Pero, así como, sumidos en el terror de la incertidumbre, los ciudadanos dan margen a la fe en el deseo de que las aguas vuelvan a su cauce, alguna conclusión debería sacarse de todo este tinglado que nos va a provocar no poco quebranto. La primera y fundamental es que el capitalismo salvaje (que es como debe llamarse, porque lo es y estamos viendo sus consecuencias, al liberalismo económico) no persigue, en absoluto, el bienestar del ciudadano, más bien le importa un bledo, y por tanto debe estar controlado y limitado por medidas administrativas que persigan la obligación elemental de todo Gobierno: mejorar las condiciones de vida de los gobernados. Y la segunda, ahora que hasta la oposición está de acuerdo en que el Estado debe actuar, que debe abandonarse para siempre la criminalización del intervencionismo puesto que es la esencia de todo Gobierno: intervenir, pero al rescate del ciudadano de las manos de los sinvergüenzas que lo sangran.

GRAN WYOMING (Opinión en el diario Público)

1 comentario:

Anónimo dijo...

El capitalismo está triste,necesita cariño,le duele la barriguita,se ha empachado. Y aunque sabemos que es un cabrón que condena a muerte a muchos seres humanos,nosotros lo cuidaremos porque nos deja coger sus migajas.
Caín