Si se
consiente perder derechos sociales y laborales, adquiridos con tanto esfuerzo,
se da la razón a los que los quitan. Si fuera por el interés general, habiendo
barajado todas las posibilidades y no teniendo otras alternativas, con un
esfuerzo verdaderamente compartido y revertiendo posteriormente esos derechos;
tendría justificación la merma momentánea de éstos. Pero con el actual sistema
social, con las desigualdades creciendo, silenciando y desoyendo a otras
alternativas; es inadmisible resignarse y aceptar que se está dispuesto a vivir
peor.
Las
generaciones actuales son responsables de los derechos de las generaciones
futuras. Éstas, mantendrán e intentarán aumentar, el nivel de vida que les
llega –como una carrera de relevos, el testigo va pasando y el atleta intenta
mejorar lo hecho por su compañero-.
Pensar que cediendo
se les beneficia es engañarse a uno mismo. En el futuro pedirán explicaciones y
habrá que negárselas o mentirles diciéndoles la inevitabilidad de nuestra
pasividad. Serán explicaciones cobardes y, además, inútiles por su poca
credibilidad.
Se puede
retroceder, pero sólo si las fuerzas fallan tras haber intentado avanzar.
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